... Y la chica regresaba al bosque a oír historias, a veces nevaba, a veces llovía, y en aquellas tardes sus ojos se volvían de un gris tan claro que en ocasiones parecían blancos.

-Piedra y la chica de ojos azules-

La Princesa de Nata en el Caserón Helado de Chocolate (V)


(Ésta es la última parte de este cuento infantil.
Antes de seguir leyendo puedes leer las cuatro primeras partes aquí:
Una, Dos, Tres y Cuatro)

El crujir de las barritas de Kit Kat de los jueces dio paso al avance de los gigantescos muñecos de Yogur Helado hacia la muralla, y del lado del reino llovieron piruletas de corazones calientes, que nada pudieron hacer para detener ese avance. Fueron contrarrestadas por los helados de cucuruchos y barquillos que lanzaban pingüinos y morsas.

Y al chocar en el aire piruletas y otros caramelos con helados de todo tipo los jueces se ponían de pie y gritaban: sweet, tasty, divine y otras consignas de guerra ante el fragor de la batalla y el miedo de la población, que veía cómo los muñecos de Yogur Helado se abrían paso por la muralla de chicle mojada y semiderruida.

Pronto incluso los soldados de la Guardia Real de Chocolate Envuelta en Papel Dorado retrocedieron ante el furioso y helado avance de tropas de la Princesa de Nata que, Báculo en mano, seguía ordenando el lanzamiento de helados y toppings.

Una vez llegaron a la plaza principal cientos de ositos Haribo, de los colores más extraños que puedes llegar a imaginar en tus sueños, fueron engullidos por riadas de helados, pero ni los ositos ni los soldados morían, no, sino que una vez empapados por el helado ellos mismos se relamían y daban buena cuenta de lo gratificante que era el novedoso sabor que en su piel de gominola y chocolate les había dejado la nata y la vainilla.

La Princesa de Nata comenzó a subir las escaleras que conducían al castillo, porque el rey, lejos de luchar en primera fila en la batalla, se había recluido en la sala del trono de galleta. Y allí, temeroso, esperaba a su hija. La Bruja abrió las puertas con un hechizo de sorbete de lima y la niña se adentró en la oscuridad de la sala de chocolate negro.

- ¡Padre! -gritó iluminando la estancia con su armadura de Limón Helado Fulgurante- ¡Tu reino de gominola ha caído! ¡He venido a tomar lo que me corresponde!

Y a medida que avanzaba las paredes de la sala se iban recubriendo de nata. El rey permaneció en silencio, tan abrumado estaba por el ímpetu de su hija. Se levantó del trono, dejó caer su cetro y se apartó.

- Has vencido justamente. Fui vil contigo cuando no podías defenderte. La reina y yo merecemos castigo -dijo señalando a su esposa, que permanecía en silencio.
- El único castigo que os impongo es que seáis de la misma condición que la humilde gente de vuestro pueblo. Os despojo de vuestro aura de realeza endulzada. A partir de ahora gobernaré con helada calidez para todos por igual. ¡Queda establecido el primer día del primer año del primer invierno en este nuevo reino de Heladalia! ¡Y que dure cuanto sus ciudadanos lo deseen por votación! -exclamó tomando asiento en el trono.

Para entonces los habitantes del reino ya formaban un pasillo afuera y esperaban a que la comitiva de la marcha de la nueva Reina de Nata procesionara por las calles heladas y endulzadas. Al fin y al cabo atiborrarse una vez al año de helados... tampoco podía ser tan malo.

fin 

*foto de aquí

La Princesa de Nata en el Caserón Helado de Chocolate (IV)

(Ésta es la cuarta parte de este cuento.
Antes de seguir leyendo puedes recordar las otras aquí:
Una, Dos y Tres)

Era una mañana helada del recién llegado invierno cuando los dos soldados de la Guardia Real de Chocolate Envuelta en Papel Dorado escucharon una voz procedente del otro lado de las murallas de chicle.

-¡Solicito la presencia de los jueces para que sean testigos de una Dulce y Helada Batalla! ¡Mi ejército contra el ejército de mi padre! ¡El rey!

Los soldados se miraron confundidos, se asomaron desde las almenas y, aunque vieran a la Princesa enfundada en una extraordinaria armadura de Limón Helado Fulgurante, estallaron en chocolateada risa.

-¿Pero qué dices, niña de nata? ¿Con que ejército vas a combatir? -preguntó uno de los soldados.
-¡Con éste! -exclamó girándose y alzando un Báculo de Toffee y Nata.

Y de la espesura y la niebla que se extendía a sus espaldas comenzaron a surgir las unidades de su esplendoroso ejército. Cientos de pingüinos ayudaban a moverse a enormes muñecos de Yogur Helado con trozos de cookies, tiramisú y nueces caramelizadas. Las morsas cargaban a sus espaldas barquillos y bastones de galleta repletos de balas de piñones y pistachos congelados, y también había osos polares portando cañones de cucuruchos de helados de tutti fruti, vainillas, natas y toppings de frutas.

Los soldados de la guardia tocaron las trompetas de plástico rellenas de caramelos que anunciaban una batalla inminente y el pueblo del rey salió asustado a las calles empedradas de Lacasitos, preguntándose qué pasaría a continuación, pues en siglos nunca habían presenciado semejante evento. Los jueces acudieron a las murallas de chicle y allí pudieron comprobar cuán digno era el ejército que había reunido la Princesa de Nata y la Bruja de Stracciatella.

Entonces el rey bajó de su trono de galleta y chocolate y convocó a sus tropas, y esta vez sí se acercó a la muralla a ver a su hija.

- ¡Debes dejar el trono, padre! -gritó la Princesa al ver al rey-. ¡Es tiempo de que el helado atraviese las puertas de tu reino de caramelo! ¡Y yo, tu hija mayor de edad, ocupe el trono!
- Aunque vengas cargada de odiosa nata jamás atravesarás mis murallas de chicle, os quedaréis pegados a ella. Además, tengo un batallón de ositos Haribo dispuestos a descongelar a tu ejército.

Pero el rey ignoraba que la goma de mascar de la muralla, una vez mojada por el hielo, perdería su pegajosidad. Para entonces los jueces ya se habían postrado en unas sillas altas de regaliz y palotes. Una vez estuvo todo dispuesto dieron comienzo a la batalla mordiendo unas barritas de Kit Kat.

(en unos días... la última parte)

*foto de aquí

La Princesa de Nata en el Caserón Helado de Chocolate (III)


(Antes de comenzar... Lee las dos primeras partes de este cuento, primero aquí y luego aquí, después puedes seguir leyendo)

Tras el rechazo del rey la Princesa volvió al Caserón y allí la recibió la Bruja, la niña se llevó una sorpresa al verla, pues creía que se había recluido en la Cueva de Stracciatella para siempre. Pero la Bruja entendió que la Princesa de Nata sería rechazada por palacio cuando llegase la hora, aunque la había preparado para ese momento ella quiso estar en el Caserón para consolarla a su regreso. Porque, aunque nos sintamos preparados para superar ciertos momentos, puede resultar muy distinto cuando nos enfrentamos a ellos.

-No te preocupes, niña -dijo la Bruja-. Puedes quedarte a vivir aquí.
-No, nana. Mi padre lleva gobernando más de doscientos años. Ya basta, he decidido tomar su palacio.
-¿Estás segura? -preguntó la Bruja.
-Sí, tengo que prepararlo todo.

Luego se dio la vuelta, se quitó la ropa que llevaba puesta y de un armario sacó un vestido de crocanti, se lo enfundó y a continuación se ajustó una tiara de azúcar glas y un velo de chocolate blanco helado, salpicado de polvo de coco. Por último se calzó sus zapatos rojos de tacón de fresa a la hierbabuena y, tomando una varita de rama de vainilla, salió al camino, a recoger del bosque y de la nieve los elementos necesarios para preparar el asalto.

Y también se detuvo a hablar con unos amigos que vivían en la región más helada... 

Una vez recogió todos los ingredientes necesarios volvió al Caserón y junto a la Bruja se encerraron durante semanas en el laboratorio. Debían ser muy cuidadosas con el material, no se trataba de elaborar un sencillo helado de nata con distintos toppings y frutas, como sí había realizado multitud de veces en años anteriores, debía ser algo único, algo inolvidable, y mágico.

Al cabo de tres semanas ambas se dieron por satisfechas, el trabajo había finalizado, de modo que decidieron hacer pasar a sus amigos, pues ellos también formarían parte del asalto.

(continuará)

*foto de aquí.

La Princesa de Nata en el Caserón Helado de Chocolate (II)


(Antes de comenzar... Lee el inicio de este cuento aquí)

Y así sucedió, tal y como fue ordenado, pues tal era el miedo a la nata y al frío instaurado por el monarca, que la prohibición de salir de las murallas quedó establecida para todos los habitantes del reino. Sólo la Bruja de la Cueva de Stracciatella se encargaría de cuidar a la Princesa de Nata hasta que cumpliera los 9 años.

Y así ocurrió. Fue la bruja quien le enseñó los misterios de la vida fuera de palacio. A cultivar y extraer la savia de la vainilla y la nata, a decantar la nieve para helar las fresas y otras frutas, a no despreciar a ningún ser vivo.

Y la Princesa creció, y conforme lo hacía más avergonzada se sentía de pertenecer a la realeza. El día de su noveno cumpleaños sopló las velas de una tarta helada de trufa y le dio dos besos con sus labios morados a la que había sido su madre todo este tiempo: la Bruja, y ésta, al ver cumplido su trabajo, se sintió más que orgullosa de la Princesa y se retiró a su Cueva de Stracciatella. La Princesa entendió que había llegado el momento de volver a palacio. Caminó un día y una noche, al amanecer se plantó ante los dos soldados de la Guardia Real de Chocolate Envuelta en Papel Dorado y dijo:

-Soy la Princesa de Nata, la hija del rey. He cumplido 9 años.

Ambos soldados se miraron extrañados, no sabían el protocolo que debían seguir, sencillamente porque nadie les había indicado qué hacer, así de inútil era el régimen establecido. De modo que le ordenaron a la niña que esperase. Dos días con sus dos noches heladas tuvo que pasar a la intemperie la Princesa de Nata, hasta que la tercera mañana los soldados volvieron a aparecer, se asomaron entre las almenas de chicle de la muralla y el más alto dijo:

-El rey no quiere verte. Ha dictado Dulce Decreto por el que no debes acercarte a las murallas de chicle del reino bajo pena de permanecer eternamente pegada a la goma de mascar. Puedes volver al Caserón.

La Princesa dejó caer una lágrima de nata helada por su mejilla. Una sola, que vino a hundirse en la hierba. Luego, en silencio, se dio la vuelta y desapareció entre la espesura y la niebla.

(continuará)

*foto de aquí

La Princesa de Nata en el Caserón Helado de Chocolate (I)

 

Érase una vez un rey en su reino, sentado en su trono de galleta y chocolate, con su dulce reina de caramelo a su izquierda y el férreo cetro de gominolas, con el que gobernaba con benevolencia y tesón, en su mano derecha.

Desde el día en que se unieron en tan esponjoso matrimonio habían pasado años, décadas, incluso se libraron algunas guerras de bombones y batallas de pastelitos con reinos vecinos... Había pasado, tal vez, un siglo cuando el rey y la reina decidieron tener un hijo. El pueblo acogió con entusiasmo la decisión que se había dado tras los muros de palacio y lo celebraron en las calles con guirnaldas de palomitas y gigantescas piruletas de fresa.

Al cabo de unos meses un retoño vino al mundo. Y aunque todos esperaban un heredero sano y fuerte para que el linaje real tuviera continuidad... no fue un varón lo que nació aquella oscura noche de regaliz. Sino que la reina dio a luz a una niña helada de nata, menuda, de labios morados y con el pelo blanco como un dulce de leche.

La envolvieron en papel de azúcar y la metieron en una cuna de algodón y nubes. Cuando el monarca fue a verla la apuntó con su cetro y exclamó:

-¡Esta niña no es normal! ¡Es de nata! ¡Odio la nata!

Y por Real y Dulce Decreto mandó criarla alejada de la corte. Sería desterrada al otro lado de las murallas de chicle, al caserón helado de chocolate blanco y virutas de coco, hasta que cumpliese la mayoría de edad, que en aquel reino había quedado establecida en los 9 años.

(continuará)

*foto de aquí